Visión Periférica #1: Grupo A
Bienvenido/a! Esta es la primera entrega de una serie de newsletters donde repasaremos a las cuatro selecciones de cada grupo mundialista con nuestra manera de ver el fútbol: con Visión Periférica.
¡Hola a todos! Sean más que bienvenidos a la primera edición del newsletter de Visión Periférica, una idea que pensamos en conjunto los medios Cambio de Frente, Histoporte, La Pelota Siempre al 10, Lástima a Nadie Maestro, Queda un Cambio y The Line Breaker.
Desde hace ya muchos meses que venimos juntándonos y dialogando con la clara intención de trabajar en conjunto, ya que somos proyectos que compartimos identidad, búsquedas y mirada. Por supuesto que el tener el Mundial de Qatar a la vuelta de la esquina nos ayudó para acelerar este proceso de unión entre medios, permitiéndonos apuntar a una primera meta clara.
A partir de ahora, y durante los siguientes viernes, podrán leer y disfrutar de distintas historias relacionadas al Mundial de Qatar que se jugará a fin de año, buceando en el pasado o entendiendo más sobre el presente. Visión Periférica se tratará de eso, de buscar más allá de lo que los medios masivos suelen presentar, buscando observar los rincones, encontrándonos quizás con cosas que no sean del común conocimiento o dándole una vuelta de tuerca a los hechos. Por eso, en busca de que las historias no se limiten a las selecciones más conocidas, decidimos que para empezar cada entrega esté dedicada a las cuatro selecciones que componen cada uno de los ocho grupos del Mundial.
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Qatar: ha sido un largo viaje
Por Juan Pablo Gatti (@GattiJuan)
1 de febrero del 2019. Para Japón no es un partido más, claro está: estamos hablando nada menos que de la gran final de la Copa Asiática. Desde 1992 han llegado a esa instancia en cuatro ocasiones y sin ceder ni una sola vez. Se presupone que al final de los 90’ el capitán Maya Yoshida levantará por los cielos el quinto título de los Samuráis Azules, toda una hazaña. Sin embargo, la historia que se escribirá en el estadio Jeque Zayed, de Emiratos Árabes será bien distinta.
Qatar, el rival, nunca había pasado de los cuartos de final del torneo y, para más sazón, apenas si había podido arribar a dicha instancia en apenas dos oportunidades. Pero esta escuadra marrón lejos estaba de ser la típica perdedora de siempre. La polémica elección de los asiáticos para ser la sede del Mundial 2022 hizo que los jeques tuvieran que poner manos a la obra en pos de armar un conjunto nacional competitivo, algo que parecía sumamente complejo teniendo en cuenta que en ese entonces se encontraban en el puesto 113° del ranking FIFA.
Hasta entonces ya se habían dado algunos intentos que indicaban que los qataríes anhelaban ser parte de la gran familia del fútbol: la creación de la Academia Aspire, un centro de alto rendimiento en donde se iban captando a los grandes talentos locales (o incluso de otros países, sobre todo africanos), para que tuvieran un entrenamiento de élite desde pequeños; y la apuesta por mejorar el nivel de la liga local, la Qatar Stars League, atrayendo a grandes figuras cercanas al retiro.
A partir del triunfo como sede los jerarcas del país fueron todavía más allá y para ello no solo intentaron explotar a las promesas que iban surgiendo no solo dentro sino también por fuera de su territorio y se pudieran nacionalizar (en un país de no más de 3 millones de habitantes y poca tradición futbolística tiene sentido). Se propusieron jugar con un estilo más concreto claramente inspirado en la España del juego de toques. Además, hicieron tratos con varios clubes europeos –LASK Linz de Austria, KAS Eupen de Bélgica o la Cultural Leonesa española- para mandar allí a sus joyas y poder pulirlas en un ambiente de mayor calibre.
Obviamente, la transformación no se dio de la noche a la mañana y hasta este año los qataríes no debutarán en un Mundial de mayores, pero sí que se fueron alcanzando distintas instancias importantes como ganar en el 2014 el Campeonato del Oeste de Asia y la Copa del Golfo. Pese a esto todavía les restaba dar un golpe más y éste comenzó a construirse a los 12´ minutos de aquel ya mítico duelo ante los nipones, con un golazo de chilena –digno del beach soccer- de Almoez Ali, curiosamente uno de los niños que creció bajo el ala de Aspire (habiendo nacido en Sudán). La escuadra, entrenada desde 2006 por el catalán Félix Sánchez, cumplió con creces su labor aquella jornada y con el 3-1 final terminaron por demostrarle al mundo que su proceso iba en serio.
Hoy top-50, los marrones no se quedaron solo con la gloria continental y fueron por más, disputando la Copa América en el 2019 (donde cayeron 2-0 con la Argentina del novato Scaloni), llegando a las semifinales de la Copa Oro 2021 y hasta jugando distintos amistosos ante escuadras europeas. Los Hassan Al-Haydos, Akram Afif o el propio Ali, entre otros, no llegarán a su torneo siendo unos completos novatos, pese a que puedan verse como la escuadra más débil de su zona. Ellos ya han sorprendido una vez y ahora buscarán demostrar que el camino valió la pena.
Países Bajos: Si Van Beveren hubiera atajado…
Por Lautaro Segura (@seguralautaro)
Los años pasan y aún es difícil de explicar por qué Países Bajos nunca fue campeón del mundo, especialmente luego de haber tenido uno de los equipos más icónicos de la historia del fútbol durante la década de 1970. Las explicaciones de las derrotas en las finales 1974 y 1978 son muchas, aunque hay una que cala hondo en la cabeza de los neerlandeses de más edad: “Si Van Beveren hubiera atajado, tendríamos dos copas del mundo”.
Jan van Beveren, nacido el 5 de marzo de 1948 en Ámsterdam, es considerado uno de los mejores arqueros de la historia del país. Su carrera comenzó en Sparta Rotterdam aunque sus actuaciones más memorables se dieron a partir de 1970 al desembarcar en el PSV Eindhoven, con el que ganó cinco títulos nacionales y una Copa de la UEFA (hoy conocida como Europa League).
Su enorme habilidad bajo los tres palos le permitió llegar a la Selección de Países Bajos con tan solo 17 partidos como profesional en el hombro. Aquella primera convocatoria a sus 19 años hacía pensar que el elenco europeo había encontrado a un guardián de su arco por muchísimo años, pero sus declaraciones en la prensa generaron un enorme enojo que le costó no jugar nunca una Copa del Mundo.
“No nos hemos clasificado porque algunos jugadores han olvidado la importancia del torneo, se dedicaron a hablar únicamente de dinero y carecieron del compromiso adecuado. Fue una gran decepción", lanzó Van Beveren luego de que su seleccionado no clasifique al Mundial de México 1970 por apenas dos puntos.
Aquellas palabras fueron el inicio de su enfrentamiento con varios de los jugadores icónicos de aquella camada neerlandesa, conocida en nuestros tiempos como la “Naranja Mecánica”. La enemistad principalmente fue con nada más y nada menos que Johan Cruyff, con quien también lo separaba los colores: mientras el arquero era ídolo de PSV, “El Flaco'' brillaba en Ajax.
Si bien Van Beveren llegó entre algodones a la previa del Mundial de Alemania Federal 1974 debido a una lesión en la ingle que lo dejó afuera de varios encuentros de las Eliminatorias, los diarios de la época señalan que el problema no fue físico. El arquero, semanas antes de la Copa del Mundo, denunció ciertos privilegios de Cruyff y sus compañeros del Ajax con respecto al resto del plantel neerlandés.
Muchos aseguran que fue el propio Johan el que le bajó el pulgar y le impidió estar en la cita mundialista, otros indican que influyó la actitud del golero en un amistoso frente a Hamburgo SV: el entrenador Rinus Michels quiso probar como estaba y tenía la intención de que ataje los 90 minutos, mientras que Jan solo quería estar un tiempo. Este hecho habría sido decisivo para la posterior no convocatoria.
Su lugar en 1974 fue ocupado por otro Jan, Jongbloed, que militaba en la segunda división del país en el arco de DWS Amsterdam. Si bien su actuación en el Mundial no fue un desastre, la falta de reacción en el gol decisivo de los germanos en la final dejó un sabor amargo en los fanáticos. Muchos de ellos coinciden en que a pesar de cualquier conflicto interno, tendría que haber atajado Van Beveren.
Una lesión de Piet Schrijvers le dio otra vez la posibilidad a Jongbloed de estar en una final del mundo cuatro años después. En aquella ocasión, el verdugo fue Argentina y nuevamente no fueron pocos los que señalaron que el arquero podría haber hecho algo más en los tres goles albicelestes. Tiene sentido entonces que a pesar de nunca haber jugado un partido mundialista, el nombre de Jan van Beveren esté tan asociado a la gloria que pudo haber sido… pero finalmente no fue. Los caminos del fútbol a veces son menos lineales de lo que uno puede imaginar.
Ecuador: Sus bases balcánicas crecen con aroma a café y acento argentino
Por Facundo Rozas (@FacuRozas)
La selección ecuatoriana ha sido una de las últimas en asociarse a la Confederación Sudamericana de Fútbol, más conocida como CONMEBOL, ya que su incorporación al ente data del año 1927. Venezuela, recién treinta años más tarde, es el único conjunto en sumarse luego de ellos.
Sus participaciones en competencias sudamericanas pasaban sin pena ni gloria. Inclusive hasta el día de hoy comparten -nuevamente, con la Vinotinto- la particularidad de ser las dos únicas selecciones que aún no levantaron ni una vez la Copa América. Apenas un desempate perdido contra Chile que definía un cupo para el Mundial de Inglaterra 1966 figuraba como lo más destacado en su historia hasta 1988.
Fue en ese año cuando el yugoslavo Dušan Drašković arribó a la selección, cambiando la mentalidad de Ecuador y su metodología de trabajo. La apertura a la selección de jóvenes afroecuatorianos aptos para el alto rendimiento, el reordenamiento de metodologías de trabajo donde el acento no se ponía en lo físico sino más bien en la mentalidad y el acierto en sus numerosos experimentos (Iván Hurtado pasó de enganche a defensor central, Agustín Delgado de zaguero a delantero y así con varios ejemplos más) terminarían siendo claves para consolidar las bases del proceso.
Francisco “Pacho” Maturana se hizo cargo de la selección de cara a Francia 98. La clasificación no fue posible, pero Ecuador comenzó a avisar que su proyecto iba en serio cuando venció por primera vez en un partido de eliminatorias a la selección Argentina (2-0 en Quito). El sueño se acercaba y fue otro cafetero, Hernán Darío “Bolillo” Gómez, quien los comandaría en los años siguientes. Junto a todo su equipo de trabajo se habían puesto como objetivo principal estar en Corea y Japón 2002.
Otro gran hito fue logrado en ese camino al ganarle a Brasil. El estadio Olímpico Atahualpa vio cómo vencían a la “Canarinha” 1 a 0 con gol de aquel que alguna vez había jugado de defensor, Agustín Delgado, y en Ecuador no se sancionó ninguna ley seca: el paladar de la victoria estaba sediento y las malas lenguas dicen contar un hecho inédito en el país. Al día siguiente de consumar un segundo puesto en la tabla de eliminatorias que les dio el pase directo al Mundial, la cerveza escaseó y las canillas de los bares amanecieron secas.
El sueño amarillo no terminó ahí, todo lo contrario. Integró el grupo G junto a México, Italia y Croacia y sufrió dos derrotas, pero al menos consiguió su primer triunfo; fue contra los croatas por la mínima. Lamentablemente para ellos, no les alcanzó para salir del último puesto.
Poco importó eso en Ecuador, ya que sirvió para darse cuenta de que la participación en un Mundial era posible. De la mano de otros técnicos (que no es casualidad que también sean colombianos) lo lograron un par de veces más cuando Luis Fernando Suarez llevó a la selección camino a Alemania 2006 -llegaron a octavos de final, su mejor rendimiento- y Reinaldo Rueda a Brasil en 2014.
El acento argentino, por el contrario, llegó de la mano de Gustavo Alfaro tras una serie de técnicos argentinos trabajando allí. El Profe, cómo allí lo conocen, los clasificó a su cuarta Copa del Mundo tras ocho años de ausencia. Esta vez los bares aprendieron la lección: se abastecieron de sobra para que la cerveza nunca más falte en la mano de un ecuatoriano… por ahora.
Senegal: El rival menos pensado
Por Facundo Osa (@FacuOsa)
Es innegable que en el último tiempo Senegal se convirtió en una de las selecciones animadoras del panorama africano. La irrupción de sus figuras en las principales ligas de Europa, la decisión de Mbaye Niang de dejar atrás Francia para representar a esta nación (que en su momento generó mucho ruido por ir en la dirección contraria que el resto de los jugadores con raíces africanas criados en Europa), la obtención de la Copa África 2022 y la clasificación a los últimos dos Mundiales son los principales motivos por los cuales los Leones de Teranga se ganaron el respeto del espectro futbolístico.
Esto no deja de lado el hecho de que su corta historia mundialista fue bastante exitosa para un país con tan solo dos, pronto a ser tres, participaciones en el evento más convocante del mundo. En Corea-Japón 2002 se convirtió en una de las sorpresas de la edición al clasificar segundo con 5 puntos en un grupo que compartía con Dinamarca, el otro clasificado, Uruguay y Francia. A pesar de haber caído en cuartos de final frente a Turquía (antes en octavos eliminaron a Suecia por 2-1), la campaña fue considerada todo un éxito.
El nexo entre esa generación y la actual es Aliou Cissé, protagonista dentro de la cancha en 2002 y actual entrenador de la selección africana, que parecía haberle devuelto esa chispa necesaria para hacer historia. De hecho, el sorteo de Rusia 2018 otra vez planteaba un grupo sumamente parejo para Senegal ya que debía medirse con Colombia, favorito, Japón y Polonia. El equipo salía de memoria, las figuras estaban presentes y la gran incógnita era qué tanto les podía pesar cargar con la ilusión de un país que hacía 16 años no sentía la fiebre mundialista a flor de piel.
El debut fue auspicioso ante una Polonia que no cumplió las expectativas y fue sometida por 2-1 por los africanos. Con ese resultado y la sorpresiva derrota de Colombia frente a Japón, el duelo ante los nipones se presentaba como vital para las aspiraciones de clasificar a la siguiente ronda ya que una victoria los depositaba en octavos de final. Los Leones de Teranga golpearon pero no tuvieron el oficio necesario para mantener la ventaja conseguida en dos ocasiones: 23 minutos fue lo que duraron 1-0 arriba y 7 los que consiguieron mantenerse 2-1 para terminar repartiendo puntos con los asiáticos.
Pese a que el 2-2 no reflejó el trámite del partido, todavía tenían ventaja sobre Colombia, que luego de vencer a Polonia llegaba un punto por debajo de Senegal y se jugaba una final en el último encuentro de la fase de grupos. Aunque desde Volgogrado llegaban buenas noticias (Japón caía 1-0 frente a la ya eliminada Polonia), la experiencia de la generación colombiana se hizo sentir y terminó imponiendose 1-0 para quedarse con la punta del grupo.
Pero, ¿quién iba a ser el otro representante del grupo H? Tanto Japón como Senegal habían cosechado 4 puntos, habían ganado un partido, empatado el duelo entre ellos y perdido el restante y ambos tenían una diferencia de goles neutra ya que habían anotado cuatro tantos pero, a la vez, recibido cuatro. Fue en ese momento donde surgió la figura del rival menos pensado de todos, porque durante las previas mundialistas se analiza hasta el más mínimo detalle de cada aspecto, desde los rivales y sus sistemas tácticos hasta las sedes y las distancias desde la concentración hasta cada una de ellas. Pero nunca se hace mención al factor que terminó decidiendo la eliminación de los africanos: las tarjetas amarillas. Así como lo leen: Japón había recibido 4 tarjetas amarillas y Senegal 6, por lo que el Fair Play determinó que fueran los asiáticos los que se medirían ante Bélgica en octavos de final.
Fue una campaña sumamente destacable para el elenco de Cissé, aunque no menos frustrante por el desenlace de la misma. Es por esto por lo que podemos asumir que en esta edición le recordará a sus dirigidos la importancia de jugar al límite, pero evitando la mayor cantidad de amonestaciones para no revivir los traumas que lo persiguen desde hace cuatro años.
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